domingo, 5 de octubre de 2014

La serpiente y la manzana del Paraíso

Y un día, un hombre que había pasado mucho tiempo deambulando entre el mar, el desierto, la montaña y la selva, decidió detenerse en un pueblo que se encontraba en desierto. Ahí vivían hombres que se enorgullecían por su gran resistencia a ese ambiente tan hostil y cuyo único amor en los bienes que poseían, bienes que estaban compuestos por arena. Al ver esa condición, exclamó en medio del único lugar que compartían todos los pobladores lo siguiente:

"Hay quienes dicen que por una mordida caímos del Paraíso. Más yo les digo: Al contrario, es que por fin obtuvimos lo único que puede darnos, algo mucho más valioso que el mismo Edén: Nuestra existencia. Solo existimos porque somos libres. Es nuestra más hermosa condena. Y ese acto originario es que la obtuvimos. Esto fue lo que nos enseñó la serpiente, símbolo en nuestra tradición de sabiduría. Nuestra historia ha sido la búsqueda de conquistarla, pues, al dar libre entrega a nuestras pasiones y deseos, la hemos perdido, no porque se haya ido sino porque nos la hemos escondido entre nosotros mismos, para poder afirmar la voluntad de cada uno. Hemos olvidado la enseñanza más valiosa de la sabia serpiente: La elección fue de dos. La libertad se construye y conquista colectiva. La verdadera libertad, no la que propagan los mercaderes que creen haberla comprado y apropiado, es la que afirma nuestra existencia auténtica, la vida compartida. Y como aquel mítico símbolo de la serpiente que se come así misma, y solo construimos una verdadera libertad gracias al compartir nuestra mesa. 

Quizás hemos entendido mal esa palabra que resuena en nuestro interior como un trueno, que nos afirma, que nos hace recordar que estamos vivos aún. Quizás es la hora del gran Despertar y de transformar los valores. Transformación que los grandes de la historia comprendieron y que muchos hemos olvidado o quizás no hemos visto y por eso no somos como esos gigantes. Por ello, quizás desde hora nuestra hermosa condena debe ser la Justicia: Somos capaces de experimentarla, pero a la vez debemos buscarla. Es una condena porque por más que la experimentemos siempre una parte de ella se nos escapa y estamos obligados a buscarla, porque es una cadena que nos arrastra. Nuestra miseria se ha tratado de no darnos cuenta de ello, de no darnos cuenta de que los primeros hombres, la pareja originaria, nos condenaron a ella y que es una cadena que nos ata a todos. 
Por ello, ya no se trata de llegar al Paraíso: Nuestro mayor tesoro es que no podemos hacerlo. Ello nos permite experimentar, sentir, vivir y equivocarnos. Los dioses nos tienen envidia por ello, porque su perfección hace que no pueda cambiar. En cambio, nosotros podemos construir y reconstruir el camino inacabado, cuyo tránsito llamamos vida. Pero esta construcción y esa búsqueda de poder construir nuevos caminos no deben hacerse sola, sino nos perderíamos a nosotros mismos. 
Y eso es lo que han olvidado ustedes, viven en pueblo porque no pueden hacerlo de otra manera, pero en lo profundo de su corazón desearían hacerlo solo. Sus posesiones son símbolos de ello. Y eso será su propia destrucción".

Dicho esto, el hombre viendo la miseria de dichos hombres que se hacían llamar ricos y fuertes, decidió retirarse y seguir su camino. Él había cumplido con el demonio que se encontraba dentro de él y que tiene forma de serpiente. Luego, los fuertes vientos del tiempo derrumbaron dicho pueblo, donde nada faltaba, pero se encontraba en medio de la soledad. Los bienes de arena se esparcieron y se dicha tierra quedo en el olvido. 

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