miércoles, 9 de diciembre de 2015

Realismo, verdad y la mente cuántica: Hacia la posibilidad de una aproximación real o lo en-sí


En la actualidad la confrontación entre realismo y anti realismo pareciera haber sido superada llegando a la idea de que es posible una aproximación de una parte de la realidad, más no de forma total y donde tampoco tendremos forma de saber cuánto ha sido nuestra aproximación. Sin embargo, la tesis planteada en este trabajo es que es necesario presentar un ajuste mayor hacia el realismo y la posibilidad de hablar de una verdad pues de otra forma podemos terminar renunciando a preguntarnos qué es lo real. Esta pregunta siempre ha acompañado al hombre y no podemos renunciar a buscar darle una explicación o al menos la posibilidad de la misma.

Para ello, se tendrá la siguiente estructura. En un primer lugar presentaremos el problema del anti-realismo llevado hacia su variante correlacionalista. Por lo general el anti-realismo en la ciencia ha significado la imposibilidad de hablar de una verdad o correspondencia entre la teoría y los hechos, pero sin poner en duda necesariamente la existencia del mundo exterior. La variante correlacionalista señala  que siendo coherente con dicha imposibilidad, es necesario establecer la imposibilidad de saber si el mundo exterior, independiente de nosotros, existe. Esto llevará al problema de saber de qué habla entonces la ciencia cuando enuncia proposiciones sobre hechos anteriores a la emergencia de la subjetividad en el universo.

En base a dicho problema, en segundo lugar presentaremos una serie de argumentos a favor del realismo. Lo haremos tomando en cuenta las ideas de Karl Popper. Desde esto veremos cómo el poder hablar de un mundo exterior nos lleva a la posibilidad de conocer dicho mundo y establecer una verdad sobre el mismo, independiente de la subjetividad misma, siguiendo las ideas de Quentin Meillasoux. Es así que en la tercera parte veremos sobre la posibilidad de dicha correspondencia entre teoría y hechos. Para ello presentaremos la interpretación de Karl Popper sobre la teoría de verdad de Tarski. Sin embargo, veremos que hasta el mundo todo lo enunciado puede terminar siendo problematizado tomando las ideas de Stephen Hawking, donde señala que debemos renunciar a saber qué es lo real, dado que siempre nos vamos a ver mediados por nuestros modelos sobre el mundo. Es decir, presentaremos una reformulación del correlacionalismo capaz de incorporar los enunciados que se han ido presentando sobre el realismo.

Por último, para poder superar este impasse presentaremos cómo, desde una base biológica y hasta ontológica, nuestro cerebro tiene la posibilidad de conocer efectivamente la estructura de lo real en sí mismo. Esto llevaría a que en cierta forma, si bien termina siendo de forma aún parcial, si es posible responder qué es lo real y cuáles son las propiedades de las cosas en sí. Toda esta posibilidad la presentaremos tomando algunos principios de la mecánica cuántica que podrían funcionar en nuestro cerebro así como la idea de los tres mundos de Roger Penrose. Estos permitirían ese ajuste fino hacia el realismo. 

1. El problema del anti-realismo en la perspectiva correlacionista
El anti-realismo es la postura que señala la imposibilidad de hablar de una verdad o correspondencia entre los hechos y la teoría. Dicha imposibilidad se debería a una infradeterminación de las mismas teorías, donde la evidencia empírica nunca va a ser  suficiente para elegir una teoría por sobre otra; la carga teórica de la observación que señala la imposibilidad de distinguir de manera clara entre los puros datos productos de la observación y de los experimentos y las construcciones teóricas. A estos dos problemas hay que sumarle el hecho de que la ciencia ha terminado tomando por ciertas teorías que han terminado siendo falsas y nada nos asegura que con las teorías actuales vuelva a pasar lo mismo (Cordero 2009).

La variante correlacionalista del anti-realismo, siguiendo con lo presentado por Quentin Meillasoux (2015) es la postura filosófica que afirma la correlación entre el ser y el pensar y nunca por separado. Es el paradigma filosófico que ha dominado la filosofía desde Kant y que descalifica toda pretensión de considerar las esferas de la subjetividad y de la objetividad como independiente una de la otra. Este paradigma señala que nunca aprehendemos un sujeto que no esté siempre-ya en relación con un objeto ni viceversa; siempre está presente el círculo correlacional. “Estamos en la conciencia o el lenguaje como en una jaula transparente. Todo está afuera, pero es imposible salir” (Idem.). No hay un punto de vista exterior.

Así lleve a la renuncia a hablar del en–si  de las cosas u objetos, independientes de la existencia del sujeto que las percibe. En la contemporaneidad se ha declarado que esto es aparentemente imposible por distintas razones: 1. Porque jamás podremos aproximarnos a ese en-sí sin convertirlo en un para mí. Siempre va a estar la mediación del sujeto o lo intersubjetivo 2. Porque el binomio en-sí y para-mí es una división creada por el sujeto 3. Porque los saberes científicos que supuestamente hablan de una objetividad, de un mundo independiente del sujeto, son una abstracción de la experiencia, un segundo momento de la actitud natural y no algo propio de la relación original del mundo donde siempre hay esta correlación entre lo subjetivo y lo objetivo o donde se borra la demarcación entre ambos. Así la verdad pasaría a ser un acuerdo entre lo intersubjetivo y para el caso de la ciencia, un acuerdo entre la comunidad de científicos.

El problema como todo esto se empieza a presentar cuando vemos que hay ciencia experimental que hable sobre acontecimientos anteriores al advenimiento de la vida tanto como de la conciencia. Cabe preguntar ¿De qué habla cuando habla de algo anterior al surgimiento de la subjetividad? Meillasoux llamará ancestral a toda realidad anterior a la aparición de la especie humana, e incluso anterior a toda forma registrada de vida sobre la tierra. Y archifósil o materia fósil a los materiales que indican la existencia de una realidad o de un acontecimiento ancestral, anterior a la vida terrestre, un soporte material a partir del cual se hace la experimentación que da lugar a la estimación de un fenómeno ancestral.  La pregunta está en cómo interpreta el correlacionismo los enunciados ancestrales.

El filósofo correlacionista dirá que el hombre de ciencia tiene una actitud realista, pero el filósofo posee un cierto tipo de saber que impone una corrección a semejantes enunciados, más originario, el hecho de que siempre sea “según el hombre”. El mundo fue creado hace casi 14 mil millones de años, según el hombre. La intersubjetividad es lo que garantiza la verdad y objetividad. Porque el referente de los archifósiles son impensable (no se puede afirmar que el universo físico existe anterior al hombre, no se puede afirmar una donación de un ser anterior a la donación misma). Es verdadero porque es una experiencia presente y universalizable. Se trataría pues de que no hay que partir del pasado ancestral sino del presente correlacional. Es lo dado presente que retroyecta un pasado que parece ancestral (según un orden lógico y no cronológico). Desde el presente creamos el pasado.

Pero el problema de todo esto es que termina habiendo un enunciado objetivo sin objeto pensable. Es decir, un sin-sentido. Termina así deviniendo en algo vacía de sentido e interés. Es así que el correlacionismo tiene el problema de la ancestralidad que tiene relación con no poder responder como el discurso matemático de la ciencia permite poner en juego experiencias cuya materia nos informa acerca de un mundo anterior a la experiencia.


2. Respuesta al problema de la ancestralidad desde el realismo.
Por el realismo entenderemos aquellas posturas que plantea la existencia de un mundo independiente a la subjetividad, un mundo en sí mismo. Cabe precisar que no necesariamente ello lleva la posibilidad de conocer dicho mundo. Karl Popper (1995, 2007, 2011) señala que el realismo no puede ni demostrarse ni refutarse por el mismo hecho que el idealismo tampoco puede hacerse.  No hay ninguna evidencia en nuestra experiencia que nos permita dar respuesta definitiva a dicha interrogante. Sin embargo, si es argumentable una postura a favor del realismo, que posea mejores argumentos que las posturas idealistas. Por idealismo se entiende las posturas que señalan que el mundo es producto del sujeto como si se tratará de un sueño. La problemática con ello es que es inmunizante: todo intento de prueba contraria va a terminar en el señalamiento de que “igual está la posibilidad de que todo sea un invento mío”.  Esto sería un defecto más que una virtud del propio idealismo sino de lo que se trata el conocimiento es siempre estar abierto a la crítica.

Popper presenta los siguientes argumentos a favor del realismo:
1. El sentido común está a favor del realismo. Actuamos en el mundo como si este existiera independientemente de nosotros. Solo en un segundo momento es que ponemos en duda la realidad del mismo, ya sea partiendo de la idea de los sueños o las ilusiones que se nos presentan a nuestros sentidos. Y ahí reside el problema mismo del idealista: Que para dar sus argumentos presupone o acepta las mismas vivencias del sentido común y de la experiencia. Acepta que es fiable el soñar mismo o la experiencia de haber experimentado una ilusión.

2. El éxito de las teóricas científicas de describir hechos del mundo, implica el realismo. “Lo que intentamos en la ciencia es describir, y hasta donde sea posible, explicar la realidad” (Popper 1995:237). Aquí hablamos del realismo científico, que Alberto Cordero (2009) señala que “según el cual (a) porciones significativas de los asertos teóricos derivados de teorías empíricamente exitosas son verdaderas o aproximadamente verdaderas; (b) es en principio posible tener razones de peso para suponer que algunas teorías son aproximadamente más ciertas que otras; y (c) el conocimiento científico, aunque tentativo al fin y al cabo, puede ser tan “cierto” y “verdadero” como el mejor “conocimiento ordinario” del que dispongamos” (p.364).  La verdad supone una correspondencia objetiva entre las teorías y un mundo exterior, independiente del sujeto (porque si fuera dependiente, entonces podría variar dicha correspondencia). Lo que cabe precisar es que estas teorías y descripciones son conjeturas, aproximaciones pero que tiende progresivamente a acercar a la verdad.

3. Cualquier argumentación necesita del lenguaje y el lenguaje es esencialmente descriptivo (y argumentativo). Más una descripción sin ambigüedades es siempre realista. El lenguaje siempre refiere a hechos del mundo que presuponemos como permanente o existentes en sí mismo. Cuando digo, “Mi tía tiene 3 manzanas”, estoy presuponiendo que mi tía efectivamente existe y que las tres manzanas también y que no desaparecen cuando dejo de nombrarlos. La racionalidad, el lenguaje, la descripción y el argumento presuponen una realidad, contrastable, que no desaparece si no pienso en ella.

4. El absurdo el idealismo de creer que mi mente crea este mundo. Ello porque la mente no es lo suficientemente fuerte para crear algo tan bello como esto o algo que en todo ocasión termina pareciendo mucho más extraño o profundo de lo que somos capaces hasta imaginar. Sino veamos el mundo microfísico y sus leyes que son totalmente opuestas al sentido común y que resulta incluso muy difícil de imaginar en términos de nuestra propia experiencia.

5. Si el realismo es verídico es imposible probarlo. “La cuestión toda de la veracidad o falsedad de nuestras opiniones y teorías se vuelve absurda si no existe realidad, sino solo sueños o ilusiones” (Ibíd.239). Toda verdad o falsedad depende pues de la correspondencia o no entre las teorías y la realidad, es decir que presupone una realidad y por lo tanto a esta no puede enunciársele predicados de verdad o falsedad porque nuevamente tendríamos que presuponerla.
6. Siguiendo con lo que señalo Winston Churchill el realismo es punto de referencia cruzado. Podemos tomar testimonios independientes sobre la realidad de algo, independientes de los datos obtenidos por nuestros sentidos. Por ejemplo, se puede llegar a la misma conclusión que lo observado por nuestros sentidos (por ejemplo la existencia de una fuente de luz como el Sol) por “maquinas calculadoras automáticas, puestas en movimiento por la luz que incidiera en ellas, sin ninguna intervención de los sentidos humanos en ninguna etapa” (Ibíd.240)

Ahora con esta argumentación podemos ir más allá. Con Meillassoux (2015) podemos señalar que no solo es posible argumentar a favor de la existencia de un mundo independiente del sujeto o lo intersubjetivo sino también la posibilidad de conocer de cierta forma ese mundo en sí y no solo el para mí. Ello se debe a que el para mí siempre es correlativo al hecho de que existe siempre la mediación de la subjetividad en todo acto de conocer y pensar. Pero somos capaces de pensarnos como no existentes. Somos capaces de darnos cuenta de que no solo somos mortales sino que nuestra existencia y la de la raza humana no es necesaria, sino que puede no ser.

Pero ¿Cómo es posible pensar nuestro propio aniquilamiento? Podemos pensarlo a través del rodeo de nuestra ausencia de razón de ser, un poder-ser-otro capaz de abolirnos o de transformarnos radicalmente. Ese poder-ser-otro no podría ser pensado como un correlato de nuestro pensamiento, puesto que precisamente contiene la posibilidad de nuestro propio no-ser.

Ahí hay que admitir que mi aniquilamiento posible es pensable como no siendo correlativo al pensamiento de mi aniquilación. Hay una indiferencia del en-sí frente a la existencia del pensamiento, indiferencia que le confiere precisamente el poder de destruirme. Esto va en contra del idealista subjetivo que dice que solo puedo pensarme existiendo y que anula la muerte declarando que es impensable algo distinto a nosotros.

Este es el poder más asombroso del pensamiento humano: ser capaz de acceder a su posible no-ser- saberse mortal. Se toca así un absoluto, independiente a la propia subjetividad. La diferencia en-sí y para-mí descansa en la pensabilidad del posible ser-otro de lo absoluto en relación con lo dado. Este principio del ser-otro no está en mí sino en el en-sí. Podemos así acceder al poder-no-ser/ poder-ser-otro de toda cosa, incluidos nosotros mismos y el mundo. Podemos pensar la absolutidad de lo posible de toda cosa. Entonces, la irrazón (el hecho de que las cosas no necesariamente tengan que ser de una manera) no solo es relativo al pensamiento, sino que es un principio de lo que es.

El en sí se ve gobernado por el Hipercaos donde todo puede dejar de ser y empezar a ser. Sin embargo esta contingencia absoluta requiere que necesariamente no existan las cosas contradictorias puesto que estas serían no contingentes: En su no-ser igual sigue siendo. Así conocemos que en el mundo en sí gobierna el principio de factualidad (que es un principio que hace que todas las cosas sean contingentes) y el principio de no contradicción (que prohíbe que los entes contradictorios existan puesto que violarían el principio de factualidad).

Ahora este principio de Hipercaos parece no corresponder con la realidad que observamos, donde las cosas no desaparecen o aparecen de la nada, sino que hay una cierta regularidad. Para que haya una correspondencia entre lo que observamos y este principio, el mundo parece regirse por la matemática, más específicamente por el concepto del transinfinito que refiere a la intotalización de lo posible o que no existe el conjunto del todo. “Se trataría de establecer que los posibles de los cuales el Caos-que es el único en sí- es efectivamente capaz, no se dejan medir por ningún número, finito o infinito, y que esta sobre-inmensidad de lo virtual caótico es lo que permite la impecable estabilidad del mundo visible” (Ibíd.178). Con este concepto ya no hablaríamos de probabilidades (probabilidades de que el mundo cambie de la nada) puesto que para ello es establecer la probabilidad de algo es necesario conocer o por lo menos saber que existe el conjunto total desde el cuál podremos afirmar la probabilidad. Así el en sí se rige también por principios matemáticos.

Además podemos concluir cosas sobre el mundo-en-si a partir de nuestra existencia, preguntándonos por las condiciones de posibilidad que hacen que existamos o que exista la intersubjetividad. Tenemos conocimiento sobre cómo es nuestra existencia, podemos a partir de ahí concluir algunas cosas que la posibilitaron. Esta es una reformulación del principio antrópico de la física teórica: Hay estas leyes y tienen estos valores porque de otra manera no existiríamos. Existimos, ergo hay estas leyes con estos valores. Eso nos da una aproximación a ciertos saberes sobre el mundo-en-si pero siempre saberes conjeturales. Tenemos que contrastarlos constantemente con los hechos, hechos que nosotros no constituimos. Si bien pueden ser enunciados desde el mismo sujeto, o mediados por la subjetividad, igual refiere a condiciones de posibilidad (y por tanto “anteriores” o independientes) a ella misma.


3. La verdad como correspondencia
Ya hemos visto que es posible que seamos capaces de conocer hechos sobre el mundo-en-sí (y que incluso estamos en posición de ciertos conocimientos sobre el mismo) y por lo tanto necesitamos una teoría de la verdad que sea capaces de captura ello. Ello es la teoría de correspondencia entre los hechos y los enunciados y es contraria a las otras teorías donde la verdad es subjetiva o depende de lo intersubjetivo más que de la relación con el mundo.

Esta teoría de verdad objetiva es para Popper (1995, 2007) la teoría de verdad de Tarkis, donde la verdad es sinónimo de correspondencia con los hechos. Se trataría de afirmar en metalenguaje en qué condiciones cierta afirmación (del lenguaje objeto) corresponde a los hechos: “La afirmación “x es y” corresponde a los hechos si, y solo sí, x, es en efecto, y. Así “debemos utilizar un metalenguaje en que podamos hablar de dos cosas: las afirmaciones, y los hechos a que refieren” (Popper 1995: 199)

Esta idea de verdad objetiva se contrapone a la idea de verdad subjetiva. Esta última concibe  el conocimiento como una especie de estado mental o clase de creencia. La verdad sería una creencia aún más especial: bien fundada o justificada o que tiene un criterio determinado. “La verdad es lo que nos justifica para creer o aceptar, de acuerdo con ciertas reglas o con ciertos criterios, los orígenes o fuentes de nuestro conocimiento, o según la confiabilidad, la estabilidad, el éxito biológico o la fuerza de la convicción, o bien según la imposibilidad de pensar en forma diferente” (Ibíd. 200)

En cambio con la idea de verdad objetiva una teoría puede ser verdadera aunque nadie crea en ella y una teoría puede ser falsa aunque tengamos razones para aceptarla. No es algo que pertenece a las creencias. Así podemos decir que “buscamos la verdad, pero quizá no podamos saber cuándo la hemos encontrado; que no tenemos un criterio para definir la verdad, pero que, no obstante, nos guía la idea de la verdad como un principio regulador” (Ibíd.201) Así nunca podremos dar razones positivas que justifique que una creencia es verdad. Pero si podemos asumir un enfoque crítico, donde hay que buscar falsear la idea, contrastarla, buscar errores. Y justamente esta idea verdad es lo que nos permite dicha actitud.

Nunca podremos por tanto saber si hemos llegado a la verdad pero si es posible que lleguemos a ella. Pero si tenemos formas de aproximarnos cada vez más a la verdad. Según Karl Popper (1995), una teoría (T2) se aproxima más a la verdad que otra (T1) cuando:
1. T2 hace aseveraciones más precisas que T1 y estas aseveraciones más precisas soportan pruebas más precisas.
2. T2 toma en cuenta y explica más hechos que T1
3. T2 describe o explica los hechos con mayor detalle que t1
4. T2 ha pasado pruebas en las que T1 ha fracasado
5. T2 ha sugerido nuevas pruebas experimentales, no consideradas antes que se diseñara T2 y que T2 ha pasado bien estas pruebas
6. T2 ha unificado o conectado entre sí varios problemas hasta entonces inconexos o no relacionados.

Así mismo también podremos decir que la aproximación a la verdad depende del contenido de enunciados verdaderos (o que conjeturalmente parece corresponder con los hechos) y contenidos de falsedad (enunciados que han sido falseados por la experiencia). Una teoría (T2) se aproxima así más a la verdad que otro (T1) cuando:
1) el contenido de verdad, pero no de falsedad T2, excede al de T1
2) el contenido de falsedad de T1, pero no su contenido de verdad, excede al de T2
 Todo esto siempre en una forma conjetural.

Con ello también podemos ver la respuesta de Alberto Cordero (2009) a las críticas anti-realistas que señalan que hemos aceptado teorías que han probado ser falsas. No todo ha sido descartado, hay hechos que resultaron verdaderos y que se incorporan a la nueva teoría. Y siempre estas teorías son aproximaciones, nunca están acabadas.

Ahora vemos que esta teoría de verdad se enmarca dentro de la idea de un conocimiento objetivo (independiente de la subjetividad). ¿Cómo debemos entender ello? Quizás podemos partir de la idea de Susan Haack (1998) sobre el conocimiento objetivo. Ella señala que si bien todos tenemos prejuicios y estos pueden mediar nuestra relación con el mundo, somos capaces de llegar o aproximarnos a la objetividad mediante una actitud honesta de búsqueda a la verdad y de someter nuestros propios prejuicios a constante crítica. Además también debemos enlazar los postulados con los otros hechos que también hablan del mundo (una especie de correspondentismo combinado con las teorías de coherentistas de la verdad).

Sin embargo, Popper (1995, 2007) va más allá de esa idea (puesto que aún presupone una teoría de conocimiento subjetivo de cierta forma). Para ello postula su teoría de los tres mundos: El mundo 1 es el de los objetos o estados físicos; el mundo 2, el mundo de los estados mentales; el mundo 3, el de los contenidos objetivos del pensamiento. Hay una interacción entre los tres mundos.

En el mundo 3, se ubican los sistemas teóricos, problemas, conjeturas, argumentos, revistas, periódicos, libros. Contiene conocimientos verdaderos o falsos, útiles o inútiles, que nadie entiende o productos accidentales. Este mundo tiene una existencia independiente: Pese a que se destruya todo aprendizaje subjetivo si hay una fuente de conocimiento objetivo se puede seguir avanzando. Es un producto natural del animal humano, comparable a la tela de araña. Un nido de avispas sigue siendo un nido de avispas aun después de haber quedado sin ellas. Así igual es el mundo 3: Independiente aunque actuamos sobre él y el actúa sobre nosotros. En esta interacción crece el conocimiento objetivo.

Gran parte surge del contenido de este mundo, señalara Popper, surge como un subproducto no intencional de los mismos contenidos. Es pues un nuevo universo de potencialidades que crea a la vez nuevos problemas también. Y eso tiene un efecto en nosotros porque nos lleva a nuevas creaciones. Es así que parece funcionar y ensancharse a la manera de que primero se presenta un problema (en los tres mundos). A partir de ello, se da una teoría tentativa (que entra en el mundo tres). Se busca eliminar o criticar para solucionar de la mejor manera dicho problema. Finalmente con la respuesta surge en nuevo problema y vuelve el proceso señalado.

Es así que este mundo parece funcionar igual que la mutación genética: Hay una adaptación que empieza con una estructura heredada. Estas estructuras se transmiten. Se ven expuestas a presiones, problema y como respuesta se originan variaciones. Y luego se pasa a la selección a partir de las variaciones disponibles mediante tanteos. Es la eliminación del error. Es la adaptación por “el método de prueba y error” (Popper 1995: 84) La adaptación a nivel del conocimiento objetivo es una nueva conjetura

Así el conocimiento científico (que enuncia verdades sobre el mundo) es en sentido objetivo. “El conocimiento en sentido objetivo, es conocimiento sin cognosciente: es conocimiento sin sujeto que conoce” (Ibíd. 63) Distinto pues al conocimiento subjetivo que compromete las creencias con los individuos mismos. “Los científicos trata de eliminar sus teorías falsas; tratan de que mueran estas teorías, en vez de que ellos mueran. El creyente perece con sus creencias falsas” (Ibíd. 77)

Ahora todo lo presentado hasta aquí puede verse problematizado con una serie de cuestionamientos elaborados por Stephen Hawking y Leornard Mlodinow (2010) y su formulación del realismo dependiente del modelo. Esta idea busca solucionar el impasse entre el realismo y el anti realismo. “Carece de sentido preguntar si un modelo es real o no; solo tiene sentido preguntar si concuerda con las observaciones” (p.54)

Ello se debe a que nosotros percibimos el mundo de una forma diferente que por ejemplo unos peces en una pecera y que estos tienen sus propias normas. Nuestra percepción del mundo y de sus leyes se ve determinado por nuestra forma de conocer. “No hay manera de eliminar el observador-nosotros- de nuestra percepción sensorial y por la manera en que pensamos y razonamos. Nuestra percepción- y por lo tanto las observaciones sobre las cuales se basan nuestras teorías-no es directa, sino más bien está conformada por una especie de lente, a saber, la estructura interpretativa de nuestros cerebros humanos” (p.55).  ¿Nuestra percepción del mundo corresponde a la realidad? No lo sabremos.

Pero ¿esto no es un retorno al correlacionalismo que ya hemos intentado superar? En realidad no del todo. No se mete en el problema de si es posible o no conocer el mundo en sí, sino señala que es imposible saber cuál lo hace de forma más verdadera. Dos teorías pueden explicar los mismos hechos y ser iguales de éxitos (igualándose de la misma forma en lo relativo a la aproximación a la verdad que vimos con Popper). De lo que se trataría es de usar una teoría de acuerdo a lo que más nos conviene en la situación que estamos considerando. Pero lo más útil no es la realidad

Así ambos autores señalan que un modelo es satisfactorio si:
“1) Es elegante
2) Contiene pocos elementos arbitrarios o ajustables
3) Concuerda con las observaciones existentes y proporciona una explicación de ellas
4) Realiza predicciones detalladas sobre observaciones futuras que permitirá refutar o falsar si no son confirmadas” (p.60)

El ejemplo más claro es la teoría de que el mundo se describe en tres dimensiones contra la teoría del principio holográfico que permite que el mundo se describa de acuerdo de lo que encuentra en el horizonte de sucesos, que sería en dos dimensiones. Ambas parecen predecir lo mismo. ¿Cuál describe lo real? Es imposible saberlo. Los autores dirán que ahí solo hay que trabajar en base a la utilidad.
Ante ello, se podría formular tres diferentes escenarios de respuestas:
A. Posible respuesta 1:
Tiene razón. No podemos conocer la realidad en sí misma, solo una proporción en función a lo que buscamos, una aproximación, jamás al conjunto. Todo es una conjetura, pero no hay certeza. Entonces es irrelevante preguntarnos qué es lo real (que significa una combinación de una serie de conjuntaras), sino que por ello se impida hablar de una aproximación a la verdad. Este parece ser la solución más aceptada al impasse realistas-anti realista, según vimos en la última clase.

B. Posible respuesta 2:
Hay la posibilidad del realismo estructural como plantea Alan Chalmers (2006). No podemos tener una representación de qué es lo real (imagen del mundo) pero si podemos representar la estructura de la realidad: Lo que queda luego de quitarle la imagen del mundo (lo que es producto de los sentidos) es la matemática. 

Esto sería un retorno a la distinción entre el las cualidades primarias y secundarias de Rene Descartes y John Lock que es presentada también por Meillassoux (2015). Las matemáticas serían propiedades del mundo en sí mismo. “Lo que es matemáticamente pensable es absolutamente posible” (p.186). La matemática puede persistir existamos o no. No es necesariamente verdadero pero si posible. Ósea forma parte de la realidad.

Sin embargo no resuelve el problema de las dos teorías que predicen los mismos hechos pero con interpretaciones de la realidad distinta. Nuevamente está el principio holográfico versus la descripción matemática con tres dimensiones; o la interpretación de la mecánica cuántica de los muchos mundos de Everett versus la interpretación de Copenhaguen. Ambas teorías han sido formuladas en forma matemática pero terminan planteando estructuras del mundo diametralmente distintas.

C. Posible respuesta 3:
Elegir la teoría que explica mejor lo que vemos. Teniendo en cuenta lo señalado por Popper sobre la aproximación a la verdad. Debemos elegir la teoría que no solo haga mejores predicciones matemáticas sino que también sea capaz de explicar y tener coherencia con el resto de conocimientos no matemáticos que tenemos. No debemos descartar lo que nos muestra los sentidos. Aquí se parte del hecho de que la realidad es una sola, o es un conjunto interrelacionado.

Por ejemplo para resolver la disputa entre las teorías descriptivas en tres dimensiones versus las teorías del principio holográfico, tenemos que ver cuál es capaz de explicar los hechos que vemos en la cotidianidad. El principio holográfico tendría que responder porque percibimos en tres dimensiones. Es como por ejemplo esas teorías que señalan que el tiempo es una ilusión (como por ejemplo el Platonia de Julian Barbour). Tienen que explicar por qué entonces percibimos el tiempo. Señalará que es un producto de la conciencia. Entonces la pregunta será porqué la conciencia si tiene flujo si se supone que en un mundo sin tiempo todo es estático.

Como vemos podemos decir que una teoría se acerca más a la realidad que otra porque es capaz de conectarse y explicar los otros saberes que tenemos. Es un retorno al sentido común pero de una forma crítica: Tenemos que buscar explicar todo y de una manera coherente, sin aceptar saltos o peticiones de principio. Obviamente esto se hará de una forma aproximada, pero es una aproximación a qué es lo real.

4. ¿Cómo es posible la correspondencia entre los hechos y los enunciados?
Hemos visto que es posible que correspondan los hechos con las teorías de una forma objetiva. Pero cabe preguntarnos cómo es ello posible. Es decir, por qué es posible que sea posible dicha correspondencia. ¿Qué estructura permite ello? Anteriormente se creía que la correspondencia era posible porque había una armonía entre la estructura del mundo y la estructura mental. ¿Esto es satisfactorio? Si lo complejizamos si podría terminar siendo cierto ello. Veamos cómo.

Veamos las posturas que señalan que no hay correspondencia entre hechos y enunciados porque todo esta mediado por la subjetividad: Las filosofías post-kantianas subsumen la objetividad a la subjetividad: El mundo es constituido por lo intersubjetivo y no hay forma de saber si existe un mundo en-sí porque siempre va estar la presencia de lo intersubjetivo. Pero que sucede si invertimos ello y hacemos que lo intersubjetivo sea parte de lo objetivo. Y este movimiento se basa a partir de la revelación del presupuesto que sostiene la postura de la intersubjetividad: Que el para-mí es radicalmente distinto del en-sí. Pero qué pasa si no lo hacemos distinto sino que el para-mí se encuentra en el en-sí (y no a la inversa como lo hacen las filosofías intersubjetivistas) y por tanto es una característica más del mundo en sí mismo. Es algo bastante simple en realidad: El mundo-en-si produce sujetos que se relación con este y que no son radicalmente distintos.

Quizás en nuestra mente-cerebro poseemos ciertas características que permiten una correspondencia entre enunciado y hecho, quizás no de manera total, pero si parcial a partir de la fijación de a lo que refiere el referente. Podemos tener distintas formas de referirnos a una misma cosa, pero hay algo que permanece (o es igual) y es lo referido. Esta posibilidad de correspondiente puede ser producto de la evolución (o más especulativamente de las propias leyes físicas): Hemos sido capaces de sobrevivir, esto se demuestra  en que de alguna forma cuando hablamos “Hay manadas de leones que nos pueden matar” ha correspondido con que efectivamente las hay y los que forman parte de la tribu pudieron escapar gracias a ello. Ahora ello llevaría a que el conocer no sea sino algo una relación entre objetos, donde cada uno revela su ser y se aprehende parte del mismo.

Desarrollemos más a fondo esta idea con los planteamientos presentados por Karl Popper y Konrad Lorenz (2000).  Ambos señalan que cuando señalamos “esto es x” en realidad es una expectativa sobre el mundo, de forma arriesga. Presuponemos que lo que estamos observando es eso que creemos que tiene determinadas propiedades. Es una hipótesis, un esbozo de una teoría.

Así hasta en el más simple nombrar del mundo, formulamos una serie de hipótesis que no siempre resultan inequívocas. Y esto es debido a que tenemos una actividad innata y a nuestras estructuras innatas que nos llevan a formular hipótesis y probarlas mediante ensayo y error. “Todas las hipótesis, todas las teorías son genéticamente, por su origen y formación, meros a priori, lo mismo da que hayan sido construidos más pronto o más tarde; o, dicho de otra forma, tanto si son parte integrante de la historia de la especie como si son parte integrante de nuestra vida individual. Lo único que debemos dejar claro es que Kant se equivocó al pensar que todo lo que es a priori debe ser necesariamente verdad. Los a priori son hipótesis y como tales pueden ser falsos” (págs. 40-41). Es decir tenemos todo nuestra enunciación sobre el mundo de alguna forma de forma innata (obviamente que tiene variantes de acuerdo a nuestra experiencia con el mundo, pero digamos que de cierta forma tenemos todos los “conceptos” sobre el mundo, o al menos las estructuras sobre este (a la forma kantiana) de manera a priori, en el sentido genético. Ello explicaría el porqué de la correspondencia: el mismo mundo produce estructuras (mentes) que tiene elementos que guardan relación con las otras estructuras. Es decir, no son creaciones arbitrarias o de la nada).

Entonces según ambos autores, a partir de ello, viene un comportamiento exploratorio. Ensayamos distintos comportamientos para determinar la función del objeto. Es como un juego. Lorenz dirá que es “Experimentar de forma creativa con todos los esquemas de comportamiento que uno posee” (p.49). Popper señalara que el origen de la función representativa se encuentra en el juego (o imitación). Pero es justamente a partir del juego o la utilización lúdica de algo que podemos mentir y ahí viene el problema de verdad y la representación.

Esto se ve corroborado por la neurociencia. Jean-Pierre Changeux (2005, 2010) habla de los juegos cognitivos que son exploraciones de ensayo y error mediante hipótesis espontaneas o representaciones previas. Y con ello se da una selección de dichas representaciones previas o esquemas neuronales. El aprendizaje no es pasivo ni tabula rasa.

Estos juegos cognitivos son pues actividades dinámicas, espontáneas y transitorias de poblaciones de neuronas capaces de formar combinaciones múltiples. Hay variabilidad entre estos esquemas por diferentes causas que producen diferentes estructuras y que funciona similar a la selección natural.   Las representaciones previas involucran de manera combinatoria estructuras innatas y distribuciones neuronales producto de experiencias anteriores. Cabe tener en cuenta que hay ciertas restricciones para estas representaciones previas (Por ejemplo, motivación y atención selectiva).

Se proyecta representaciones previas sobre el mundo que rodea al sujeto, de manera explícita primero mediante actividades motoras y luego de manera tácita, mentalmente. De lo que se trata es de identificar, categorizar objetos y fenómenos mediante el ensayo y el error. El esquema neuronal se estabiliza o no en función de la señal recibida desde el exterior: Un test de concordancia, de conformidad, de adecuación. Ello permite saber si la respuesta tiene sentido o no.

Hay dos formas de selección: O por recompensa o por resonancia. La de recompensa sirve para evaluar acciones (recompensas de estímulos placenteros o  que produzcan dolor). Así se establece la hipótesis o configuración neuronal. La selección por resonancia “se basa en la correspondencia entre la actividad perceptiva suscitada por estímulos sensoriales y la representación previa existente en el momento de la experiencia sensorial” (Ibíd.70). Hay una estabilización (o almacenamiento) en forma de relaciones de redes neuronales. Así la memoria esta como formas latentes, compuestas de rasgos neuronales estables. ¿Hay una correspondencia entre lo que percibimos y entre lo aprendemos de ello (o memorizamos)? Pues si hay similitud de acuerdo a imágenes cerebrales: El recuerdo de objetos de la memoria (imagen mental) “moviliza las mismas vías y los mismos territorios que los que interviene en la percepción directa del objeta”. Ahí también la razón entre la correspondencia entre los hechos y la teoría.  Por último, cabe señalar que el número de representaciones previas disminuye por la selección y la estabilización. Aprender es eliminar: Tenemos una serie de representaciones previas que vamos testeando con el mundo para ver si corresponden con este y vamos estabilizando las que efectivamente lo hacen.

Ahora esta selección y conjugación de representaciones previas se puede ver potenciado si es que el cerebro se ve conducido por procesos cuánticos. Penrose (2002, 2012), Hameroff  (2012) y Penrose y Hameroff (2014) señalan que efectivamente en el cerebro se dan procesos cuánticos de superposición y entrelazamiento. Estos permitirían una mayor selección de variables, de una forma más eficiente y coordinada. Ello explicaría porque de tantas opciones posibles, somos capaces de poder ir llegan a las representaciones que concuerdan mejor con la realidad.

Con todo lo hasta ahora presentado se ve cómo es posible que haya una correspondencia con el mundo a partir de juegos cognitivos de prueba y error. También se ha visto que la posible respuesta que nuestras teorías si describen la realidad en sí es porque estas tienen una base común con la misma realidad. Sin embargo, no se argumenta que efectivamente lo hagan sino que es posible. Por eso en esta última parte buscaremos esbozar ello, comenzando con la problematización de la teoría de los tres mundos de Popper y la relación matemática-mundo físico-mente.

El saber matemático y las verdades matemáticas son una de las posiciones más importantes que tiene la humanidad. Si bien en algunos momentos puede ser un tanto difusa o demasiado compleja, en la mayoría de veces la precisión y certeza de las teorías matemáticas son algo que no deja de sorprendernos y señalarnos que hay algo muy especial en ellas. Ello nos lleva a preguntarnos: ¿Es la matemática inventada o descubierta?

Con lo presentado anteriormente, las matemáticas pertenecerían al mundo 3 de Popper: sería un producto humano con autonomía y que desarrollar consecuencias que no habían sido previstas. Sin embargo, esta visión queda demasiado corta no solo con la certeza y precisión de la propia matemática sino con las propiedades que terminamos descubriendo de ellas, propiedades para que sean consecuencias no previstas son demasiado fuertes y asombrosas; pareciera que no es algo que surge de algo aleatorio sino más bien que tiene realidad propia y no puede ser producto de una creación humana. El mundo matemático no sería algo que inventamos sino que descubrimos. Eso no quita que creemos también ciertos artificios matemáticos para operar mejor, pero ello sería en un grado menor.

Así lo señala Roger Penrose (2002): “Parece que existe alguna realidad profunda en estos conceptos matemáticos que van más allá de las elucubraciones mentales de un matemático en particular. En lugar de ello, es como si el pensamiento matemático estuviese siendo guiado hacia alguna verdad exterior-una verdad que tiene realidad por sí misma y que sólo se nos revela parcialmente a algunos” (p.122). Él se declara un platonista matemática, que cree que existe un mundo matemático en sí mismo (Penrose 2007), donde la verdad matemática es absoluta, externa y eterna y no se basa en criterios hechos por el hombre. Los objetos matemáticos tienen existencia intemporal. La verdad y la existencia matemática son lo mismo.

Prueba de esa existencia propia sería por ejemplo el conjunto de Mandelbrot, con propiedades fractales y otras que emergen mágicamente de un simple conjunto y donde los detalles completos no pueden ser aprehendidos por ninguno de nosotros, ni pueden ser completamente revelados por una computadora. Otro ejemplo sería el sistema de números complejos. La raíz cuadra de un número negativo pareciera un artificio. Pero se consigue mucho más para lo que fue diseñado. Revela propiedades que no sospechamos, sino que estaba ahí. No fueron puestas por nadie sino que se van descubriendo gradualmente.

Otro argumento a favor de este platonismo matemático es la insostenibilidad o problemática de las otras teorías sobre la verdad matemática, las de corte formalista y las intuicionistas. Contra la teoría de que la verdad matemática es producto de un conjunto de reglas formales está el teorema de Godel (dicho sea de paso, Godel era un platonista matemático). Este teorema señala la imposibilidad de demostrar ciertos teoremas que se asumen como verdad con las propias reglas formales de un sistema. Así la verdad matemática trasciende los esquemas formalistas.

Por el otro lado están las teorías intuicionistas o constructivistas que señalas que las matemáticas son productos humanos, y que la existencia de un objeto matemático o prueba de su existencia depende de su construcción. Rechazan las reducciones al absurdo donde se afirma la existencia de algo a partir de la contradicción de señalar la falsedad de ese algo es algo. El problema es que no pueden capturar ciertos problemas de la propia matemática como los derivados del número pi, las series infinitas o teoremas como el de Fermat. Señalan que no son falsos ni verdaderos hasta que se construyan. Incluso tienen que reformular las teorías de conjuntos (la teoría paraguas de toda la matemática) para poder ser consistente con los postulados constructivistas. El principal problema de estas teorías es que hay  una dependencia temporal de la verdad y del hecho de que tiene que ser oficialmente aceptado como demostrado. Eso llevaría a que las matemáticas dependerían de la sociedad. Y el poder de la matemática justamente está en su autonomía y que los teoremas matemáticos son independientes a las sociedades.

Ahora otra problemática relacionado al poder de la matemática es su relación con el mundo físico. Este parece ajustarse de manera notable a algunos esquemas matemáticos precisos. Estos esquemas son las teorías supremas de la física (la teoría de la Relatividad, la mecánica cuántica, postulados de la física clásica, las leyes de Maxwell). Son teorías que si bien pueden ser falseadas, tienen un alcance y exactitud excepcional.

Penrose señala que “Me resulta difícil creer, como algunos tratan de sostener, que semejantes teorías supremas pueden haber surgido simplemente por alguna selección natural de ideas que dejase solo las buenas como supervivientes. Las buenas lo son demasiado como para ser simplemente las supervivientes de ideas que hayan aparecido de modo aleatorio. En lugar de ello, debe haber alguna poderosa razón para el acuerdo entre las matemáticas y la física, es decir, entre el mundo platónico y el mundo físico” (2002: 507)

Esto va a de la mano con las ideas ya presentadas por Cordero, donde si bien algunas teorías físicas resultaron ser falsas, otras resultaron seguir siendo verdaderas pero en un ámbito limitado. Se van descubriendo teorías que terminan siendo parte de algo más amplio (también de carácter matemático). Así también lo señala Heisenberg (2004) por ejemplo para las ideas kantianas a la luz de las nuevas teorías científicas: No es que resulten ser falsas, sino son verdaderas en un campo determinado y que forman parte de otros campos más amplios que para describirlos se necesitan nuevas teorías. Lo mismo ha pasado con la física newtoneana en relación a la física relativista.

Ahora también cabe precisar que la realidad del mundo físico parece más nebulosa con la llegada de teorías como la relatividad y la mecánica cuántica y que parece las teorías matemáticas cobran mayor “realidad” (por ejemplo, la función de onda de Schrödinger). Así al parecer el mundo matemático y el mundo físico son lo mismo. Pero hay teorías matemáticas que no tienen existencia en el mundo físico y hay cosas del mundo físico que no tiene existencia matemática. Más allá de ello, debe haber una relación esencial entre ambos mundos.

Con lo presentado se dan dos ideas: Uno, que existe un mundo matemático en sí, intemporal que no es creación humano y dos, que este mundo tiene una relación esencial con el mundo físico, de alguna forma lo gobierna a través de las leyes matemáticas. Ahora cabe preguntarnos cuál es la relación de la mente con el mundo físico y con el mundo matemático y de porqué de cierta forma es capaz de captar la relación entre ambos mundos.

Pareciera que la mente es una emergencia del cerebro humano. Pero esta mente es capaz de captar verdades matemáticas, que según Penrose (2002) esta capacidad se debería a propiedades no algorítmicas, puesto que a partir del teorema de la incompletud de Godel, hay verdades matemáticas que no se siguen de algoritmos. Entonces el cerebro mismo debería tener esas propiedades también porque no habría forma que algo algorítmico produzca algo no algorítmico. Y es aquí donde entra la mecánica cuántica, donde la reducción de la función de onda de la superposición y el entrelazamiento cuántico funciona de manera no algorítmica. Y esta no algoritmicidad pareciera que tuviera relación con la gravedad cuántica (y con la estructura por tanto del espacio-tiempo). La reducción de la función de onda sería objetiva (sin la necesidad de postular la observación como algo distinto) cuando la energía de un estado cuántico llega al nivel de un gravitón.

El cerebro también tendría estas propiedades cuánticas como hemos visto antes y la ruptura de la superposición se daría también cuando se llegue a la energía de un gravitón y el producto de ello sería un estado de conciencia. Esta es la teoría de la Reducción Objetiva Orquestada y que permitiría explicar el poder de nuestra conciencia a la vez que soluciona otros problemas esenciales como la libertad misma y los retrasos temporales de la conciencia (Penrose (2002, 2012), Hameroff  (2012) y Penrose y Hameroff (2014)). Lo importante es que el mismo entrelazamiento que opera en la mente sería de carácter intemporal (o una idea de temporalidad donde no importa el pasado y el futuro, dado que la mejor explicación para la no localidad del entrelazamiento es que las partículas viajan al pasado para informar sobre su nuevo estado y luego viajan al futuro hasta el momento presente donde se da la ruptura de la función de onda. Y aquí no habría paradojas causales porque se darían siempre a nivel cuántico y no a nivel clásico en donde se podrían si producir) (Penrose 2007).

Así que a partir de la naturaleza no algorítmica de la mente y la intemporalidad que opera inicialmente en el funcionamiento de la misma conciencia es que parece que la mente podría tener un contacto con el mundo platónico (que posee ambas propiedades también). Entonces, en el juego cognitivo que vimos anteriormente en relación a la representación del mundo, no solo entrarían representaciones previas heredadas genéticamente o culturalmente sino también representaciones que son producto de este contacto de la conciencia con el mundo platónico y que explicaría la precisión de la captación de esas ideas matemáticas y su relación con el mundo físico mismo.

Lo que cabría explicar con esta teoría es porque si todo acto de conciencia es un contacto con el mundo matemático no siempre somos capaces de captar las verdades matemáticas y en la mayor parte del tiempo no lo hacemos y solo unos pocos si lo logran. Lo otro también sería que si bien hay contacto cada vez que hay un salto del mundo cuántico al mundo clásico pero porque solo los humanos hemos desarrollado una matemática coherente con ese contacto. Ambos problemas se ven relacionados.

Para responder al segundo, hay que partir de concebir la conciencia como no algo propiamente de lo humano ni de los animales superiores sino de todos los seres vivos y organismos capaces de aislar los efectos cuánticos (cabe recordar que cuando se juntan muchos estados cuánticos termina habiendo una decoherencia cuántica y una reducción permanente de la función de onda) y poder operar en función de ello. Pero los niveles de conciencia se deberían a los niveles de bucles de retroalimentación (esta idea de la conciencia como producto de bucles de retroalimentación se encuentra en Hofstadter (2008, 2010) y Kaku (2014)). Es decir, que la conciencia es inherente al mundo físico donde hay bucles de retroalimentación capaces de crear modelos de su propio entorno y donde las propiedades cuánticas juegan un papel importante para potenciar dichos bucles.

A partir de ello también podríamos esbozar una respuesta a la primera pregunta, en la constante juegos cognitivos a través de los bucles de retroalimentación se presenten una serie de representaciones previas que son seleccionadas de la manera como ya hemos visto anteriormente. Entre esas representaciones se dan también las del contacto matemático, solo que para los distintos fines que perseguimos no las seleccionamos. Y con la práctica y la costumbre, los matemáticos logran estabilizar esos bucles de retroalimentación que hacen referencia a las verdades matemáticas y por eso ellos pueden tener mayor contacto con el mundo platónico (bucles que hacen autoreferencia a las propias propiedades del mundo cuántico y del mundo platónico). Es como si además de la percepción del mundo físico y la conciencia sobre este, también podamos “percibir” el mundo matemático a partir no de estímulos sensibles sino de las propias propiedades del mundo cuántico y que con la complejidad del cerebro logramos elaborar imágenes completas del mismo (así como que con los estímulos sensibles construimos el mundo de la percepción) Ahora lo cierto es que el mundo platónico matemático tiene un sinfín de propiedades posibles que no siempre se aplican a la realidad y que pueden resultar triviales: Por ello, no siempre se acierta pues se entra en contacto con esas partes también. Solo lo prueba y el error nos ayudaría a una selección correcta.

Quiero cerrar dándole un nuevo enfoque a los tres mundos de Penrose (el físico, el mental y el matemático). Creo que la conexión entre ambos es que son el mismo mundo pero para ello tendríamos que ampliar nuestra concepción de mundo a la idea del espacio lógico, donde discurre lo posible (ojo, no es un realismo modal al estilo Lewis sino más de corte de Kripke), siguiendo con el principio de factualidad del mundo en sí que se hace realidad (o se actualiza en términos aristotélicos)  mediante la interacción constante entre esos mundos. Así también se podría seguir con la corrección que quiere dar Herce (2014) a la teoría de Penrose, haciendo que los tres mundos se entrelacen entre sí y tengan una relación bidireccional. Hay pues permeabilidad y apertura intrínseca de cada uno de los mundos y del conjunto de los tres en el espacio lógico.

Podemos así ser capaces de hablar de una verdad sobre el mundo y poseerla (por más que nunca sabremos que lo hemos hecho efectivamente) así como también saber qué es la realidad gracias a que en nuestra conciencia operan leyes que permiten el contacto con las estructuras que gobiernan el mundo mismo. Esas estructuras combinadas con lo que percibimos serían la totalidad de lo real a lo cual nos aproximamos conjeturalmente pero que ello nos impide dicha aproximación.


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